![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdCZBfSt65Cu7RIHfLcYK1g6OLs9GYNcIhFlzNT3hUPoqFF2vPltpiyQqeDk4CNyLTJJiOZJRo0flqrrNA44l2VhyFbTrjyslQMa0wZFMKbfFKP8-GpfWxx36WgC9HrhY_ArOFps5BT9W4/s200/Destacada1.jpg)
A una
película que (casi) termina con un primerísimo primer plano del ano de una
lasciva princesa nórdica solamente se la puede amar, y amar con la irracional
locura de todo aquel que ha crecido amamantado por el universo de James
Bond y toda aquella pléyade de espías (imitadores, sucedáneos,
competidores…) que hicieron de los años 60 y 70 un paraíso. Guiño cool (sí,
tienen licencia para hacer el chascarrillo) a esos finales en los que M o la
mismísima reina de Inglaterra sorprendían en plena faena a 007, esa escena
ejemplifica a la perfección lo que es el film y lo que suele ser el estimulante
cine de Matthew
Vaughn: una explosiva mezcla entre lo clásico y swinging, también
pop, y el mejor del peor mal gusto. Disciplina inglesa. La imaginería de
Clemens se apodera de la mayor parte del argumento y la acción de la película,
capaz de hallar el equilibrio entre ese exquisito sinsentido sesentero y
el relato lumpen (la parte de la madre del joven cachorro de Firth es como
un Ken Loach a golpe de bizarrada salvaje). Auténtica ordalía repleta de humor,
ironía y poesía de la masacre (la secuencia de la iglesia; ese Londres similar
al de ¿Qué sucedió entonces? o Lifeforce), Kingsman: Servicio Secretoprueba
lo bien que le sienta a Vaughn Mark Millar (véanse las previas Kick
Ass) y lo bien que le sienta al género de espionaje un chute de
creatividad, diversión y mala leche como este. Sin perder (o lo justo) la flema
británica.
Esta
cinta se lleva un aceptable 10/10